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¿Por qué no vivimos viajando?
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La lucha interna entre lo seguro y lo incierto; entre nuestro hambre de hogar y nuestra sed de mundo. 

Mochileros, ciclo y moto viajeros, a dedo, en casa rodante y all inclusive. Experimentados, novatos, jóvenes y no tan jóvenes. Todos compartimos la pasión por viajar y por explorar los confines del mapa.

¿Qué nos motiva y qué nos desafía? La sensación de libertad, la posibilidad de ampliar nuestros horizontes, de poner a prueba nuestras creencias, vivenciar nuevas culturas, ensayar la supervivencia, aprender un nuevo idioma, hacer nuevas amistades. Pero sobre todo, salir de la rutina, del terreno de lo conocido.

No importa la edad, el destino, la compañía ni los recursos que tengamos. Las experiencias siempre son distintas, enriquecedoras e inolvidables. Viajar nos fortalece, nos convierte en narradores, engrandece el espíritu, activa nuestros sentidos y nos conecta con el presente. Nos ayuda a desapegarnos, nos enseña a soltar y a movernos más livianos (física y espiritualmente).

Pero… y si viajar es tan placentero, tan saludable, tan tan… ¿Por qué no vivimos viajando? ¿Qué pasó con el sueño de ponernos un bar en la playa, de hacer ese work and travel en Australia o de calzarnos la mochila al hombro y salir a recorrer Sudamérica? ¿Por qué muchas veces terminamos renunciando a esos proyectos?

Y es que no siempre dar el primer paso es tan fácil, más aún cuando planificamos un viaje largo o lo elegimos como estilo de vida por un tiempo. Naty Sarro, viajera y coach a quien sigo, tiene una mirada constructiva que me gustaría compartirles sobre este tema.

Ella dice que lo que sucede en estos casos es que la panacea del viaje suele transformarse en una puja, una lucha interna entre “nuestro hambre de hogar y nuestro hambre de mundo”, entre nuestro deseo de aventura VS el miedo o la culpa que nos genera dejar “el calorcito del hogar, el techo seguro, los rostros conocidos”.

Y de la mano de los miedos surgen los cientos de interrogantes que nos asaltan y actúan como arenas movedizas sobre el terreno mental donde intentamos edificar nuestro sueño o proyecto:

¿Lo dejo todo o mejor me quedo? ¿Me voy a ir solo? ¿Qué voy a hacer con el trabajo y el alquiler del departamento? ¿Y si realmente no es lo que esperaba y quiero volverme? ¿Y si extraño? ¿Y si no me adapto? ¿Y si me quedo sin plata? ¿Qué voy a hacer cuando vuelva? ¿Qué va a decir mi familia?

“Es tanta la energía que desperdiciamos queriendo decidir la mejor opción y decidirla ya, solo para encontrarnos, 15 minutos después, estancados frente a la misma pregunta irresuelta e incluso 10 veces más cansados.

Mi invitación es a que dejes de pelearte con tus ganas de quedarte y tu temor a irte. Decime: ¿cuánto más fácil sería pegar el salto a lo desconocido si dejaras, por Dios te pido, de pinchar y exigirle al pobre humano que salta?

“SIEMPRE, SIEMPRE NOS DEBATIREMOS A DUELO ENTRE LO SEGURO Y LO INCIERTO, ENTRE EL VIAJE DEL HÉROE Y EL RECONFORTANTE PATIO DE CASA. ¿POR QUÉ? PORQUE ESTAMOS HECHOS DE ALAS Y RAÍCES” (Naty Sarro).

«Si te acucian las dudas previaje estoy tentada a invitarte a que pruebes algo diferente. Ya no te obsesiones por resolverlas. La lucha suele traer, por lo general, brazos partidos y mentes agotadas. Mi llamado es, por el contrario, a que te vuelvas paciente con tu humanidad. A que te aceptes confundido e indeciso, siendo el buscador y lo buscado. A que atravieses, confiado, la tormenta del no saber, aguardando a que tarde o temprano llegues a una orilla calma al otro lado de tus fronteras internas.

¿Tenés un profundo deseo de seguridad, arraigo y hogar? Sí, ese sos vos.

¿Te mueve la pregunta por la aventura, los viajes y el riesgo? Claro, ese también sos vos. Tu piel está hecha de plumas y también de arraigo.” (*)

¡Se me pone la piel de gallina! Gracias Naty por tanta claridad. Nada más sano que aceptar lo que sentimos. No hay recetas mágicas. Siempre antes de emprender un viaje o un nuevo proyecto nos atormentan todos los fantasmas pero una vez que damos el primer paso (y el más difícil) todos esos miedos, dudas y “peros” se minimizan, se disuelven. Nos volvemos más presentes, dejamos de pensar tanto en qué pasará mañana, la semana que viene o dentro de unos meses y las cosas resultan más sencillas de lo que esperábamos.

Los viajes, al igual que la vida, no son blanco o negro. Si así lo creemos, nos estamos perdiendo la escala de grises. Nada es para siempre y nunca un viaje transcurre exactamente igual que cuando lo planeamos, porque la vida es dinámica, cambia y fluye a cada instante, al igual que las oportunidades. Y eso es parte de la magia del camino, del azar o del destino (como queramos nombrarlo). Siempre es posible volver a empezar y siempre que lo deseemos podemos regresar al punto de partida.

Entonces… ¿Te vas a perder la oportunidad de experimentar todo esto?

“Si esperamos a estar listos, entonces esperaremos el resto de nuestras vidas” – Lemony Snicket.

¡Anímate a volar a donde te lleve el viento!

———
Blog de Naty: www.inspiramundo.com.
(*) El texto de Naty fue extraído de la nota “Especial Cicloturismo: ansiedad y miedos pre viaje” de La Vida de Viaje. Si queres leer la nota completa ingresa en: https://lavidadeviaje.com/especial-cicloturismo-ansiedad-miedos-previaje/.
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